Cuestión de fe

Luego de padecer por diez años ataques de ansiedad, depresión y dolores físicos causados por un accidente, Karen Astudillo encontró en el doctor Michael Castro, un antiguo amigo de colegio, la solución que tanto le había pedido a Dios para sus problemas de salud. Para hacerlo posible, fue necesario un viaje relámpago desde Estados Unidos, acompañada siempre de su fe y el amor a sus hijos.

Esta historia comenzó a escribirse hace un tiempo ya, a fines de los años ochenta, en el Colegio Santa Ángela. En esa época, a unos niños de uniforme llamados Michael Castro y Karen Astudillo, compañeros de promoción, no se les hubiera pasado por la cabeza que tres décadas después sus caminos volverían a cruzarse. Tal vez hasta se hubieran reído con la sola idea. Pero así, finalmente, es como sucedió.

Entre aquellos recreos en el patio y el reencuentro entre ambos amigos, pasaron muchas cosas. Karen, por ejemplo, se fue a vivir a Florida, Estados Unidos, donde tiene dos hijos y un trabajo como bartender. Ahí también, lamentablemente, sufrió en 2009 un terrible accidente que trajo consigo una serie de secuelas físicas: tres hernias en la cervical y un agudo dolor en el hombro y en la parte derecha de la espalda. “Mi cuerpo salió arrojado del auto. Los médicos dijeron que fue un milagro que no perdiera la vida”, recuerda ella.

Además del malestar físico, Karen comenzó a padecer alteraciones emocionales desde el accidente. La ansiedad y la depresión, como una gigantesca sombra que los médicos no podían percibir ni comprender claramente, fueron sometiéndola y dominando su vida. “Tenía ataques de pánico hasta cinco veces por semana. Como no podía controlarlos terminaba en emergencias. Sentía que no podía respirar, que me iba a morir de un ataque al corazón”.

El miedo a la muerte, y a dejar solos a sus pequeños hijos, generó en Karen una fuerte depresión, agravando incluso más su frágil estado de salud. “Perdí la energía y la alegría para jugar con mis hijitos. Dejé de hacer ejercicio, la comida comenzó a caerme mal y toda esa situación hacía que el estrés subiera. Igual tenía que salir adelante, trabajar por mis hijos, no rendirme, porque aquí todo es más difícil sin una familia cerca”, relata.

Fue una década de padecimiento constante, tanto físico como emocional, pero Karen mantuvo su fe intacta. “Soy muy creyente”, afirma. Por eso, cuando volvió a contactarse con su amigo Michael, a quien no veía desde que terminaron el colegio, supo que se trataba de una señal. “Al hablar con él por teléfono me emocioné mucho porque los tratamientos que ofrece, sin dañar al organismo con químicos ni efectos secundarios de ningún tipo, son precisamente lo que estaba buscando”, cuenta Karen.

Motivada por esa señal, Karen viajó a Perú para tratarse con su antiguo compañero de colegio, ahora convertido en un médico de éxito. Su estancia fue de solo una semana. “Lo primero que hicimos fueron unos exámenes de sangre y orina para saber cómo me encontraba. Con los resultados comencé un tratamiento especialmente diseñado para mí, intensivo por el poco tiempo que teníamos”. Karen se refiere a la ozonoterapia que se le aplicó para los dolores de cuello y espalda. También a las vitaminas proporcionadas vía endovenosa, con la finalidad de fortalecer su sistema inmunológico, y a otros procedimientos que incluyen a una dieta alimenticia sana y una limpieza de colon.

Fueron solo siete días, lo suficiente para lograr un cambio considerable en su salud. “En una semana mi vida mejoró con los tratamientos, no me imagino lo que ocurrirá cuando vuelva, esta vez por más tiempo. Tengo programado un viaje pronto”, confiesa Karen. El bienestar físico, como ella misma cuenta, vino acompañado de un fortalecimiento emocional que ha permitido eliminar por completo los ataques de ansiedad y la depresión. “Se terminó la presión en el pecho. El tratamiento que me dio Michael fue también emocional. Él sabe escucharte y te entiende desde el lado humano, lo que es muy importante para salir adelante. Recé diez años para sentirme bien y por fin lo he logrado”.

Para Karen esta es una nueva oportunidad de retomar su vida. Por lo pronto, ha vuelto a ser la misma de antes, sobre todo con sus hijos. “Jugamos fútbol, vamos al cine, a la piscina, y nos reímos un montón”, admite con una alegría que, aunque quisiera, no podría disimular. En Lima, su amigo de colegio la espera para un nuevo reencuentro.

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